27 de marzo de 2011

La Invasión

27 de junio de 1941

Las noticias son alarmantes. Los alemanes avanzan a largos trechos en la madre patria. Nuestra defensa, según lo que conseguimos saber, se debilita cada vez más. Los nazis han avanzado hasta Bialistok hace unos días, enfrentando a las fuerzas de los generales Pavlov, Kuznetsov y Golubev, pero al parecer nos hemos llevado lo peor. El golpe ha sido fulminante, y la información oficial es escasa. Lo único seguro es lo que nos cuenta el tío Vasily, quien ha sido destacado en la jefatura de la NKVD en Moscú, así que lo vemos casi a diario. Además, las noticias que escuchamos solo son las de las emisoras nacionales, ya que parece haberse desarrollado una paranoia en cuanto a escuchar las radios europeas, y menos aun, alemanas, a pesar del dominio de mi padre del alemán; pero el temor a la denuncia es mucho mayor. Por lo menos el tío es nuestra fuente confiable de información, aunque a veces nos desmoraliza el tomar conciencia de la situación.

La paranoia de la denuncia sobre la falta de patriotismo parece haber nacido en el frente antes de llegar a nuestro diario vivir. Se habla de ejecuciones masivas de soldados de nuestro ejército si abandonan sus puestos, e incluso se estaría fusilando a los oficiales que decidan retirarse, aún cuando la misma situación no permita mantener la posición. La consigna parece ser vencer o morir, aunque es esta última la que se impone. La gente en Moscú está temerosa y confundida. En ciertas calles, y alrededor del Kremlin, se levantan pequeños bunkers de ametralladoras, así como florecen los emplazamientos de cañones antiaéreos, mientras en las calles comienza la repartición de máscaras de gases y se instruye sobre como oscurecer las ventanas, la forma de evacuar, los encargados seccionales de los refugios antiaéreos… en fin. La instrucción es rápida y certera; en el komsomol nos han preparados fechas para la instrucción de tiro, así como llaman a los mas viejos a pensar en que armas se alistarán – La patria los necesita, a todos. No hay distingos, no hay dudas, solo importa la defensa del estado – nos dictaba el camarada director, antiguo veterano de la guerra civil.

Mi madre está cada vez más triste, pues presiente lo peor, y sobre todo, sabe que en algún momento comenzará la movilización general, lo que implica que eventualmente todos deberemos presentarnos. Le preocupa sobre todo Fyodor, mi hermano mayor. Hace días que estaba aquí, en cursos en la Academia Frunze. Pero tras el 22 solo hemos recibido algunas pocas palabras de él, y es probable que en solo días lo envíen a un nuevo destino, y lo peor, a la primera línea. Mi madre no dice nada, pero teme lo peor, pues ha conocido la guerra, y sabe como es: es la desesperanza, es la muerte, es la guerra.

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