21 de febrero de 2013

Despedida… y al frente.

26 de octubre de 1941
Dado que comenzaba el fin de semana las ordenes se pospusieron hasta hoy lunes, por lo que pude ir a casa y ver a mis padres. Por lo menos los ataques a Moscú no han sido muy letales y todos están bien, pero se trabaja afanosamente en la capital; durante mi visita encontré muchas calles bloqueadas con barricadas, así como nuevos emplazamientos antiaéreos que no había visto en mi visita anterior. A las 20 horas comenzaba el racionamiento eléctrico y la pantalla para ocultar las luces. Cada casa debía ennegrecer las ventanas con lo que tuviesen a mano, para evitar así facilitar las cosas a los alemanes. Hasta ahora la AA ha sido efectiva, o por lo menos es lo que leemos en Pravda.
Ayer sábado, recibí una carta sobre mi próximo destino: Stalingrado. Desde julio los nazis han bombardeado vía aérea todo barco, bote, o cualquier cosa que flote en el Volga alrededor de la ciudad por lo que la Stavka teme un ataque inminente a la ciudad. Los pasados meses existe la certeza de que uno de los movimientos estratégicos de los fascistas es alcanzar el Cáucaso, para apoderarse del petróleo. Durante la instrucción quedó claro que la invasión busca ser una guerra relámpago, como en Polonia y Francia. Pero no dejaremos caer al país, no podemos rendirnos.
Debo presentarme el 24 en el cuartel general para que me entreguen mi escuadrón de destino. Supongo que volaré lo que queda de los Ишак (Ishak), es decir, nuestros viejos I-16. Sé que quedan algunos todavía, que sobrevivieron los primeros días de la invasión. De ahí deberán asignarme la aeronave de transición, ya que nuevos aviones están saliendo de las fábricas.
Esta noche hemos cenado, en silencio. En el aire existe la tensión de mi partida, pues mis padres ya saben de la carta. Sé que ahora su ansiedad será el doble, con mi hermano y yo sirviendo en el frente. Ludmilya, mi pequeña hermana, me ha entregado una carta muy emotiva. Ella sigue en la escuela, pero quizás pronto sea llamada a servir como enfermera. Ojalá no pase, porque no se si mis padres podrían soportarlo… El día de la despedida será muy triste, pues no sé cuando podré volver a casa.